En cuanto á que nada nuevo puede decirse de Shakespeare y de sus obras, la crítica universal es buena demostración de lo contrario. Continuamente se publican estudios biográficos y críticos que aportan nuevos é interesantes datos al copioso caudal de la literatura shakespiriana.

Lo del carácter infantil y la sencilla ??? psicología de los personajes de Shakespeare no lo dije como reproche, antes como excelencia de sus obras. Pero ¿hay nada más[87] sencillo que la psicología de Otello? ¿Nada más infantil que su credulidad ante las burdas maquinaciones de Yago? ¿Hay nada más infantil que la conducta de Yago? Un malvado que nos avisa él mismo de que es un malvado. ¿Hay nada más infantil que Romeo y Julieta? Ni sería bien que fuera de otro modo. El mismo Hamlet, considerado como prototipo de la complejidad psicológica, ¿hay nada más ondulantemente rectilíneo, valga el contrasentido? No soy en nada opuesto, antes muy partidario, de las polémicas literarias, cuando se entablan sin animosidad personal y con la cortesía que Caramanchel no olvida nunca aun en sus críticas más apasionadas.

Respecto á Garavaglia, yo sólo quise hacer constar que si un actor español hubiera representado el Hamlet tan desdichadamente como el actor italiano, la rechifla hubiera sido soberana. Aparte las mutilaciones y alteraciones del texto, no justificadas por conveniencias escénicas, dígase qué momento de acierto tuvo Garavaglia en toda la obra. Falsa y en oposición con el texto su llegada á las murallas del castillo[88] de Elsingor, cuando viene á esperar la aparición de su padre. Se presenta poseído ya del mayor espanto, y el texto indica, por lo contrario, que Hamlet, natural ó forzadamente, habla de cosas triviales como para distraer su pensamiento. Con el modo de entender Garavaglia la situación, además de tener que mutilar el texto, el momento de la aparición pierde toda su terrible grandeza.